lunes, 24 de marzo de 2014

El 'crystal meth' cruza el charco

El consumo de metanfetamina de momento es bajo en España, pero en otros países del centro, este y norte de Europa ya se ha convertido en un problema


En España, según una encuesta del Plan Nacional de Drogas del Ministerio de Sanidad, en 2011, el consumo de las drogas emergentes parece ser minoritario, «aproximadamente el 3,6% de la población general entre 15 y 64 años», explica Rosario Sendino, subdirectora de la Delegación del Gobierno del Plan Nacional de Drogas. Entre las más prevalentes: las setas mágicas, la ketamina y el Spice.

La expansión de las drogas sintéticas, en todo caso, preocupa cada vez más a los expertos. Estos productos nacen en laboratorios clandestinos y se desconoce su composición. Pretenden ser una alternativa a las clásicas heroína, cocaína, cannabis o éxtasis, e imitan sus efectos euforizantes cambiando la estructura molecular de los compuestos prohibidos y esquivando así las restricciones legales.

El problema de estas drogas es que esconden una peligrosa mezcla de sustancias que abarcan desde derivados de plantas, fármacos, productos químicos de síntesis, hongos, etc. Por ello, sus propiedades toxicológicas son prácticamente desconocidas. «Se carece de información certera sobre los efectos que estas sustancias producen en los seres humanos», explica Benjamín Climent. «He visto hemorragias cerebrales, infartos de miocardio y paradas cardiacas en gente joven por la combinación de anfetaminas con cocaína, cuadros de psicosis por culpa de hongos alucinógenos y hierbas fumadas como Spice (un cannabinoide sintético)».

Según el último informe del Observatorio Europeo de las Drogas, las sustancias de diseño que con más frecuencia se ofrecen en internet son cuatro productos vegetales (Kratom, salvia divinorum y dos alucinógenos) y dos sintéticos (catinonas y cannabinoides). Los primeros, expone Climent, «son derivados de anfetamínicos y la intoxicación entraña importantes riesgos para la salud: problemas cardiovasculares, accidentes cerebrales, crisis epilépticas, dependencia y cuadros psicóticos». En cuanto a los segundos, «desconocemos prácticamente todo. No sabemos lo que contienen. No hay control de su fabricación, ni análisis químicos, ni seguridad». De ahí la enorme preocupación para la salud pública mundial.

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